Estamos acostumbrados a contemplar/ver un objeto/obra de arte pensando solo si “me gusta” o “no me gusta”, quedándonos solo en lo estético.
Durante el día a día nos sirve: elegimos una camisa, un coche y hasta un dispositivo móvil en función del “me gusta” o no “me gusta”. La pregunta que nos podemos hacer rápida es: ¿qué tiene un objeto/producto respecto a otro para gustarme más? O incluso en algunos casos… ¿para gustarme infinitamente más?
La rapidez del tiempo, no nos permite pararnos a descifrar que hay detrás, cuál es su esencia. Esa esencia no surge de repente, esa esencia es buscada por el creador. El aprendizaje para encontrarla no está en saber construir la pirámide completa sino en saberla partir en trozos más pequeños que permitan resolverse de manera independiente. Esto que estoy describiendo es una teoría con mucha historia, se llama «modularidad» y lo tenemos presente en todo lo que nos rodea, todo está hecho por partes/repuestos, independientes entre sí.
El artículo publicado en Business Insider el verano pasado habla de esta teoría tan usada en los procesos de producción, aplicada en ese caso al arte. El artículo habla de que una de las cosas que enseñan a los diseñadores de Apple cuando llegan a la empresa, es el desarrollo sobre la figura de un toro realizada por Pablo Picasso, y cómo partiendo del todo es capaz de ir descomponiendo la figura en sus formas independientes hasta llegar a la esencia.
Lo que Apple quiere que entiendan sus diseñadores, es que no hay que empezar a construir de cero a cien sino deconstruir de cien a uno, a saber quedarse en la esencia, en los simple.
En Sinestésica hemos buscado la esencia del Arte Total, y ésta es la armonía sonora original que vertebra nuestra obra. Buscamos que nuestra obra transmita un mensaje de la manera más concisa. En nuestra Música Sinestésica confluye la simplicidad de cómo la música transmite su armonía al resto de obras asociadas. Con la complejidad matemática de frecuencias sonoras y cromáticas.