¿Y por qué no pueden darse ambas?

Descubrir el universo del Arte actual de la Música Sinestésica, su comprensión, su creación, supone un estorbo para el mundo de la Música Comercial. Es  éste, un aspecto del conocimiento humano, cuya aplicación práctica y teórica no ha sido nunca hecha hasta hoy, es decir, como si no fuera un problema educativo. Y aunque algunos quizás lo hayan presentido y a veces sospechado, nunca se ha arriesgado nadie a poner el “cascabel al gato” tratando de precisar con todas sus consecuencias su fenomenología. Estamos pues tocando dos maneras posibles de vivir, poseer y manifestarse el ser humano en la creación: Cultamente-Comercialmente. ¿Y por qué no pueden darse ambas?

            El Arte de la Música Sinestésica hay que empezar a distinguirle, principalmente, según su lenguaje o escritura sonora, y no según su contenido de palabra: o sea, el sentido armónico o enarmónico, del significado adulterado que una letra produce siempre en Música; el desarrollo de las formas musicales, el conjunto de sus códigos técnicos y secretos; lo sonoro y su simbología, los procedimientos creativos y sus métodos; y todo esto, alejado de un entorno simple y sin posibilidades de progresar y evolucionar en líneas generales; o la diferencia ascendente que existe en que, a través de la creatividad, se persiga la libertad de acción en un “todo inseparable” componiendo los sonidos según unas reglas, leyes y sistemas. Y el que establece la “rutina de la repetición” como su única habilidad práctica de exploración; o para declarar desde luego, un contraste muy importante y aun desconocido por muchos: la superación del sonido natural por la armonía musical.

            El sonido natural y el sonido musical ambos se perciben sonoramente y sólo se distingue uno de otro, cuando los sometemos a su más alto grado. Y con todo, el Concepto Armónico Musical, cuya técnica el oyente medio la somete y reduce ingenuamente al sentimiento y a la melodía, contesta a la pregunta ¿qué es la Música Sinestésica en el siglo XXI?, pero no a la pregunta de si es buena o mala.

                                                                                  Roberto Jiménez Silva